JUECES, ¿SUPERHEROES O SUPERVILLANOS?

Teóricamente el derecho tiene como finalidad la justicia y la equidad pero, bien sabido es que  este no siempre-o, más bien, casi  nunca- es justo; por diversos motivos como la voluntad del legislador, entre otros. Pero, pese a esta condición del sistema jurídico existen “intentos” de este por hacer justicia aunque sea en minina proporción, intentos que están en manos en de los jueces u otros órganos jurisdiccionales, pero que en la mayoría de los casos este fin se ve obstaculizado por factores económicos e intereses personales. Para entrar en el problema que nos ocupa sobre el aparente intento de justicia de los jueces analizaremos lo concerniente a la jurisprudencia, y funciones de los jueces.

La jurisprudencia, en una de sus acepciones es el conjunto de sentencias y fallos dictados por los jueces y magistrados1. A diferencia del sistema jurídico continental o civil law donde la ley tiene una jerarquía superior a la jurisprudencia, esta tiene un nivel de supremacía y relevancia en el derecho anglosajón o commun law, donde la jurisprudencia prima, inclusive sobre la ley y donde el derecho es producto de estas sentencias, ya que el juez más que declarar el contenido de las leyes, crea derecho2. El hecho de darle demasiados poderes al juez ha sido objeto de controversia y tildado por muchos como “peligroso”. Pero, surge la duda de: ¿Por qué resulta peligroso conferirle tales derechos a los jueces? Y, para responder este cuestionamiento nos adentraremos en las funciones de los jueces.

Como primera función, encontramos la aplicación de las normas en un caso concreto. Si bien es cierto que las personas deben acomodarse a las conductas prescritas por las normas jurídicas, que estas regulan las relaciones sociales y que cobijan un gran número de estas, existe la posibilidad de que se presenten casos que no estén albergadas dentro de estas normas, porque los tiempos cambian, y conjuntamente con él, lo hacen la sociedad y, lógicamente, debe cambiare la forma de gobierno y regulación de dicha sociedad, dejando sin efecto y, más que esto; muchas veces sin sentido, muchas leyes que ya no resultan congruentes con el modelo de realidad imperante. Y, es aquí donde, maravillosa y necesariamente, a manera de superhéroe aparece el juez, para “salvar el día”, activando su súper poder de integrar el ordenamiento jurídico para llenar los vacios de la ley, acompañado de la interpretación de esta. 

Con estos “poderes” el juez tiene el deber de analizar y entender estos casos que no están incluidos dentro de las normas ya existentes, y para cumplir exitosamente con esta causa debe incluir en su exhaustivo análisis factores como el contexto donde se desarrolla el caso, la motivaciones que llevaron a la persona hasta su situación actual, sus necesidades, y muchos otros factores. Mucho escuchamos el famoso cliché que dice que “es necesario saber de dónde vienes para saber a dónde vas”, pero, aquí parece certero y muy apropiado, porque, a pesar de que  el contexto de una persona no determina quién es, si influye en esta y consecuentemente, en sus relaciones con los demás.

Y aquí planteamos “el problema deontológico de los jueces”. Teóricamente, estos son creados para resolver los problemas o controversias entre los particulares, pero, tristemente en la práctica encontramos muchos hipocraticas3 que se venden al mejor postor, enceguecidos por sus deseos e intereses personales como el afán de poseer mas y mas cosas y de ser el que más posee y el que más influye en la sociedad, dejando a un lado su verdadero objetivo que es la justicia, y en lugar de ser imparciales, se enajenan a aquellos que más les convengan. Y, en este sentido no solo resulta peligroso sino también, casi un acto suicida otorgarles tales poderes a los jueces.

Sin embargo, afirmar que todos los jueces se encuadran en esta visión de mediadores jurídicos seria caer en un error fatal, porque, encontramos algunos de estos personajes que escapan a esta condición y concepción de los jueces; aquellos que sobresalen por su incansable lucha por la justicia y la igualdad, aquellos firmes en su propósito y en su carácter, dispuestos a dejar a un lado su egoísmo para que prime la equidad4.

Por todo esto, es necesario que se levante una generación de jueces, magistrados y abogados diferente, que se mantengan fieles a su llamado de hacer de este mundo un poco mejor.

 

ANGELICA PAOLA DOMINGUEZ CASTELLAR